(12 de julio) Lumilagro, emblema de la industria argentina durante décadas, atraviesa un proceso de reconversión que refleja las profundas tensiones entre la apertura comercial, la competencia global y la preservación del tejido productivo nacional.
Presionada por el ingreso masivo de termos de acero inoxidable provenientes de China a precios irrisorios y el avance del contrabando, la empresa tomó una decisión drástica: el 60% de sus termos serán importados desde Asia, mientras que solo el 40% seguirá fabricándose localmente. Este cambio, necesario para sobrevivir en un mercado devastado, ha tenido un costo humano significativo, con una reducción de su plantilla de casi 200 empleados a apenas 70.
“Es re-adaptarse o morir”, afirmó Carlos Bender, gerente comercial de Lumilagro, en una entrevista con Infobae. La frase encapsula el dilema de una compañía que, ante la imposibilidad de sostener un modelo productivo 100% local, se vio forzada a reconfigurar su operación. Bender también señaló al contrabando como un factor crítico: “Detectamos que Bolivia, un país con apenas 12,5 millones de habitantes y sin tradición matera, importó más de 4 millones de termos de acero desde China a precios irrisorios. Obviamente, esos termos no quedaron en Bolivia; la mayoría entraron a Argentina”, denunció en diálogo con Infobae. Este flujo ilegal de productos, sumado a la apertura importadora, pone en jaque a la industria local.
La situación de Lumilagro es un reflejo de la crisis que atraviesa el sector de termos en Argentina. Según datos de la Comisión Nacional de Comercio Exterior (CNCE), la producción local cayó un 26,5%, las ventas internas se redujeron un 32% y el empleo en el sector disminuyó un 31% en los últimos años. La capacidad instalada de las plantas, que en 2021 era del 51%, se desplomó a un alarmante 21% en 2024, evidenciando un proceso de desindustrialización que amenaza la viabilidad de la industria nacional.
La eliminación de los aranceles antidumping, vigentes desde 2001 y renovados en tres ocasiones, marcó un punto de inflexión para Lumilagro. La empresa misma solicitó la revisión de estas medidas, reconociendo que competir con los productos chinos, que ingresan a precios por debajo del costo de la materia prima local, era insostenible. “Los termos chinos no solo son más baratos, sino que muchas veces no cumplen con los estándares de calidad que nosotros garantizamos”, explicó Bender a Infobae. Sin embargo, la presión del mercado obligó a la empresa a adaptarse, importando productos diseñados bajo estándares argentinos pero fabricados en Asia.
El contrabando agrava aún más el panorama. Bender destacó en Infobae que los 4 millones de termos importados por Bolivia son un claro indicio de una operación de reexportación ilegal hacia Argentina. “Esos productos ingresan sin controles de calidad ni normativas de estampillado claras, lo que nos deja indefensos”, señaló. Este fenómeno, combinado con la falta de regulaciones efectivas, permite que termos de dudosa calidad inunden el mercado a precios con los que la industria local no puede competir.
La reconversión de Lumilagro no solo implica un cambio en su modelo de negocio, sino también un costo humano significativo. La reducción de la plantilla de 200 a 70 empleados refleja la magnitud de la crisis. “Es una decisión dolorosa, pero no teníamos alternativa para seguir siendo competitivos”, confesó Bender a Infobae. La empresa, que había invertido en desarrollar su propia línea de termos de acero inoxidable, ahora ve ese esfuerzo limitado por la competencia desleal y los costos crecientes.
Lumilagro mantendrá la producción local de su icónico termo de vidrio, un producto que aún conserva competitividad, y una línea reducida de termos de acero inoxidable. Sin embargo, el grueso de su oferta dependerá de importaciones desde China, bajo diseño y control de calidad argentinos. “Queremos seguir siendo una marca argentina, pero el contexto nos obliga a repensar qué significa eso en el mundo actual”, afirmó Bender en Infobae, subrayando la necesidad de adaptarse a un mercado donde las reglas de competencia son cada vez más desiguales.
El caso de Lumilagro es un retrato crudo de los desafíos que enfrenta la industria argentina en un contexto de globalización y apertura comercial. La eliminación de barreras arancelarias, combinada con la falta de controles efectivos contra el contrabando, ha dejado a empresas como Lumilagro en una posición vulnerable. “No se trata solo de competir con productos baratos, sino de hacerlo en un mercado donde las reglas no son parejas”, enfatizó Bender a Infobae. La empresa busca mantener su liderazgo, pero reconoce que el modelo tradicional de industria nacional, basado en altos volúmenes de producción y precios accesibles gracias a la escala, es hoy inviable.
La desindustrialización deja heridas profundas en el tejido económico y social del país. La pérdida de empleos, la reducción de la producción local y el deterioro de la capacidad instalada no solo afectan a Lumilagro, sino que son un síntoma de un problema más amplio que amenaza a numerosos sectores industriales. Mientras la empresa apuesta por un modelo híbrido que combine importaciones con una producción local limitada, el costo de esta adaptación es evidente: menos trabajo, menos industria y un paso más hacia la resignación de un modelo productivo que durante décadas fue sinónimo de identidad y desarrollo.
Lumilagro enfrenta un futuro incierto, pero su historia resuena como un llamado de atención sobre los desafíos de la industria nacional en un mundo globalizado. Como resumió Bender en Infobae: “Queremos sobrevivir, pero el precio de hacerlo es alto, y no solo para nosotros, sino para todo el país”.